20.6.08

LA VEU DEL POBLE

20/06/08, Callosa d´en Sarriá

Como la Puerta de Alcalá

Me acuerdo de Alejandro Ponsoda. Me acuerdo cuando paso por Polop. Es un recuerdo de reconocimiento y de pesar. De reconocimiento por la labor de un hombre que durante años como Alcalde de Polop tuvo la responsabilidad difícil de presidir un Ayuntamiento, y de pesar porque alguien de manera detestable decidió un trágico final y sentenció evaporar proyectos, desvanecer ilusiones y poner fin a su propia vida. Estuve allí tras conocer la triste noticia, aquella noche, a las puertas de su casa en un círculo de desconcierto, de aflicción y de sensaciones contenidas. Estuve allí el día de su despedida para darle el último adiós. Me acuerdo de él cuando paso por Polop. Me lo recuerdan las pancartas de “por un colegio digno no a los barracones” que se me intuyen como una voz clamorosa que intentara traspasar el más allá exigiendo a su responsable político en vida el final de un proyecto que no pudo ver concluido con su muerte.

Hace un año, tras las elecciones municipales del mes de mayo en las que dignamente el Partido Popular revalidó su victoria en Polop con Alejandro Ponsoda al frente, coincidimos en un acto en el Auditorium de La Nucia. Habíamos llegado puntuales y pudimos hablar durante unos minutos y debatir algunos temas en armonía. Estaba animado, con ganas de seguir adelante porque empezaba una nueva etapa para su equipo de gobierno. Lo sentí renovando ideas e incluso prodigando apoyos a la nueva singladura que el Partido Popular iniciaba en Callosa d’en Sarriá donde sabía que resido. Es curioso que aquella que sería una de mis últimas conversaciones con él me parezca ahora tan lejana en el tiempo.

Le pregunté qué pensaba hacer sobre los carteles que colgaban de los principales accesos de la población. Qué pensaba hacer para depurar la imagen que transmitían del municipio y por tanto de toda la Corporación. Aparte las consideraciones motivadas que me hizo sobre el colegio, las aulas, el alumnado, el número de profesores y demás, y como si no estuviera escuchando hasta el final sus argumentos, insistí sobre los letreros. Ahí su respuesta fue: “ah! sobre los letreros no puedo hacer nada”. Lo dijo con un tono de resignación, de disgusto pero con el ímpetu propio de quien sabía que pronto habría una solución satisfactoria. Le preocupaba lo sustancial, lo que me explicaba sobre el colegio, los alumnos, la ocupación de las aulas, o el número de profesores. Las pancartas las soportaba con estoicismo.

Y así fue hasta su final. Y en su despedida anduvimos también con estoicismo por debajo de las pancartas. Ahora vuelvo a ver los carteles todos los días y se me intuyen ya no como estandarte de una reivindicación renovada, ni siquiera como una manifestación legítima y coherente. Pero alguien pretende que sigan ahí tal vez hasta que el viento decida descolgarlas. Alguien posiblemente quiera que estén ahí, quizá para siempre, viendo pasar el tiempo... como la Puerta de Alcalá.

José Fco. Guardiola Ferrando

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