19.12.08

ESPECIAL NAVIDAD. Tras la Pista de Papa Noel.

¿Quién es realmente Papá Noel?

A punto de empezar las fiestas más queridas por los niños de todo el mundo, hemos decidido quitar el velo que cubre la procedencia del personaje probablemente más simpático, tierno y protector de esas fechas. Mientras los Reyes Magos hacen su largo camino hacia las casas de niños españoles, ese anciano bonachón se les adelanta repartiendo regalos. Efectivamente, se trata de Papá Noel, como le llamamos en España, o Santa Claus en Estados Unidos, o Father Christmas en Inglaterra, o Baboo Natale en Italia o Ded Moroz en Rusia, etc…Tiene muchísimos nombres repartidos por todo el mundo, pero… ¿Quién es realmente Papá Noel?

Hace muchos siglos aparecía con el nombre de Señor Invierno por los caminos nevados de los pueblos centroeuropeos. Pero más atrás aún en el tiempo, se celebraba con la advocación de Saturno entre los romanos y Cronos entre los griegos.

Pero el único Papá Noel de carne y hueso del que tenemos noticia vivió en el siglo IV de la era cristiana en el Asia Menor. Se llamaba Nicolás y fue una de las figuras más veneradas por los cristianos de Oriente y Occidente durante toda la Edad Media.

Provenía de familia adinerada y desde muy joven fue consagrado arzobispo de Myra. Era muy popular, especialmente como protector de los niños necesitados (a quienes donó su fortuna) y pronto comenzaron a atribuírseles montones de hechos milagrosos. Cuando murió, no tardó en ser santificado: por todo el Oriente cristiano (lo que después sería Bizancio) comenzaron a venerarlo como patrono de los niños, los marineros, las jóvenes casaderas, los comerciantes, etc. Desde entonces se difundió el culto a San Nicolás. Por aquellos tiempos su día se celebraba el 6 de diciembre: ese día, un San Nicolás vestido de obispo viajaba en burro por los pueblos para repartir regalos a los niños.

Probablemente el secreto de tanto éxito residió en que diciembre era el mes de los ritos de invierno con que los distintos pueblos del hemisferio norte honraban a sus dioses para asegurarse una buena cosecha en la primavera siguiente. El cristianismo era la religión oficial, pero durante varios siglos los europeos conservaron sus antiguas devociones.

Cuando el santo llegó a América

Pero, ¿qué tiene que ver aquel obispo con Papá Noel? Probablemente nada, si no hubiera sido por los holandeses que emigraron hacia América en el siglo XVII y trajeron con ellos a su Santa Nicolas (Sinterklaas). Y aun así, lo de San Nicolás no habría pasado de ser sólo la fiesta de una colectividad extranjera más si no fuera por la imaginación de algunas personas.

Ocurre que el santo tuvo dos involuntarios publicistas. Uno fue el escritor Washington Irving (el autor de los Cuentos de la Alhambra), que a principios del siglo XIX publicó un libro que resultó todo un éxito. En él San Nicolás ya no era un obispo, sino un personaje alegre y bonachón que montaba en un corcel volador para dejar sus regalos por las chimeneas de las casas. Los estadounidenses hicieron suya la fiesta y Sinterklaas pasó a llamarse Santa Claus. Unos años después, en el Sentinel de Nueva York apareció un poema escrito por el profesor Clement Moore para sus hijos, en el que Santa Claus aparecía en vísperas de Navidad en un trineo tirado por renos y adornado con sonoras campanillas.

Así resucitó la leyenda, que se expandió como un reguero de pólvora desde que Irving fue a vivir unos años en Inglaterra. Allí la celebración navideña había estado prohibida desde el siglo XVII como producto de las luchas religiosas, pero los ingleses pudieron reconocer en los relatos del escritor a su viejo Father Christmas y poco tiempo después los temas navideños eran éxitos editoriales, como los Cuentos de Navidad de Charles Dickens.

Del Reino Unido pasó al continente con nuevos bríos. Los franceses recuperaron al Bonhomme Noèl alsaciano y lo llamaron Père Noèl, de donde deriva nuestro Papá Noel.

Del gnomo al abuelo universal

En este proceso, que llevó varias décadas, Santa Claus modificó sus ropajes. Para algunos dibujantes era corpulento; para otros un gnomo, pero siempre se las arreglaba para meterse por las chimeneas y dejar sus regalos en los calcetines que se hacían colgar de ellas.

Un popular ilustrador de la publicación Harper’s Weekly, Thomas Nast, fue definiendo paulatinamente sus rasgos: el gnomo vestido de pieles creció un poco en estatura, se volvió barrigón y comenzó a usar un cinturón ancho adornado con una gran hebilla. En los dibujos de Nast había también otros elementos tradicionales, entre ellos el árbol de Navidad, el acebo y el muérdago. También se lo veía leyendo cartas que le enviaban los niños para convencerlo de que se portaban bien y se estableció que vivía en el Polo Norte.

Pero el Papá Noel que nosotros conocemos se lo debemos a The Coca-Cola Company. Para la Navidad de 1930 habían incluido uno como tema de su campaña publicitaria y tuvieron tanto éxito que al año siguiente encargaron a un dibujante, Habdon Sundblom, que lo recreara para hacerlo inconfundible.

A partir de las ilustraciones de Nast, Sundblom nos dio a Santa Claus: más gordinflón que nunca, con grandes bigotazos y una generosa barba blanca; de ojos pícaros, mofletes sonrosados y siempre sonriente. El Papá Noel que todos esperamos cada Navidad, que no tiene todavía setenta años, pasó los mil setecientos como San Nicolás, y tiene unos miles más como el viejo espíritu del invierno que celebraban los antiguos europeos y se cuela en otros tantos ritos sin que lo sepamos.

Fuente: se han utilizado los materiales de Amanda Paltrinieri

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