16.1.09

El Baúl de los recuerdos. LA CASA DE SIGÜENZA

Por Francisco Sanchis Gadea

La familia Miró decidió venir a la Marina cuando enfermó Clemencia Miró, la menor de las dos hijas del escritor, aconsejados por el insigne médico homeópata, Enrique Falcó -marido de Juana Maignón, hermana de Clemencia Maignón, la esposa de Gabriel Miró- que pasaba consulta en la ciudad de Alicante. A sugerencias de Oscar Esplá llegaron a Polop en busca de su singular clima. Les consiguió una casa en las afueras del pueblo que había ocupado, algunos años, antes de decidir sus veraneos en la sierra de Aitana. Casa espaciosa que se alzaba en el interior de una finca conocida como les “Fonts” por situarse junto al cauce donde nacen las fuentes más importantes del pueblo.
Sucedía en 1921 y como milagro de la Providencia este maestro de la literatura llega a Polop. El agua, el paisaje, sus habitantes, cualquier rincón de Polop inspiran a Miró para escribir “Años y Leguas” su mejor obra literaria. Tras varios años disfrutando de largas temporadas veraniegas en su heredad de alquiler, ansiaba tener su propia casa. Adquirió una parcela lindante con la carretera del caserío de Chirles, cuya situación le permitía observar cuatro pueblos, montañas y mar. Su propósito era alzar una casa para sus retiros, circundada de jardín pues le complacía respirar el aroma de los campos de Polop. No materializó su deseo al fallecer el 27 de mayo de 1930. La familia faltaría a su cita en los años sucesivos pues los recuerdos les mantuvieron alejados en la finca alicantina de Beni-Saudet.
El documento de compra, suscrito, incluía un compromiso de edificación en el plazo de veinte años. Olimpia y Clemencia, las dos hijas del escritor, con el doctor Emilio Luengo -marido de Olimpia, médico analista en la Facultad de Medicina- decidieron hacer realidad el sueño de su padre. Encargaron el proyecto de la futura casa al arquitecto Miguel Abad Miró, iniciándose las obras en 1951, finalizando un año después. Después de tantos años, regresaban, con emoción, donde un día estuvieron.
Prácticamente la totalidad de la parcela era peña; tan solo se alzaba un algarrobo y algunos almendros. Se barrenaron las rocas, roturándose la parcela. Miguel Abad diseñó la casa según los ideales del escritor, edificándose una casa de verano pues aunque posee una típica chimenea en su salón, sus habitaciones están orientadas al norte; toda pintada de blanco, sus ventanas son amplias para recibir la luz, el sol y la brisa. Posee un porche que permite visionar la silueta del Ponoig y una espaciosa terraza desde donde se contempla el pueblo esparcido sobre la ladera del “Huerto de Cruces”.
Sus hijas la bautizaron como, “Casa de Sigüenza”. Sigüenza es el doble literario de Gabriel Miró, su proyección poética y según Guardiola Ortiz, autor de su biografía íntima, el nombre elegido procede de la impresión que la ciudad de Sigüenza produjo en el escritor cuando la visitó a principios de siglo.
Aún pudo verla, falleció en julio de 1953, Clemencia Maignón. No disfrutó de ella su hija, “Clemen”, como era conocida familiarmente, pues el primer verano enfermó y tuvo que ser trasladada, urgentemente, a Madrid donde fallecería poco después.
Olimpia Miró Maignón y Emilio Luengo quedaron al frente, viviendo los veranos polopinos. Recuerdo, muy poco, a Emilio Luengo pues falleció en octubre de 1963 pero perfectamente a Olimpia Miró. Una gran señora, de modales educados, comunicadora, elegantemente vestida, siempre con el cabello sujeto y arrollado. Al suceder su defunción, 30 de enero de 1972, su hija Olimpia Luengo, junto a su esposo, el pediatra Juan Pallares, continuó la tradición.
Toda la casa esta rodeada de jardín con diversidad de plantas, frutales y almendros. Se cultivaron rosales de los que brotaron rosas olorosas y geranios que germinaron flores ornamentales, jazmines perfuman el ambiente, un hermoso parral producía racimos de sabrosa uva negra y una apreciada mimosa, de flores amarillentas, presidía la totalidad de las plantas. Pero el ciprés ha sido el árbol simbólico que resalta sobre los demás. Cuatro cipreses son llamados de los “recuerdos” para rememorar a Miró, su esposa e hijas.
El “Lugar Hallado”, la finca les “Fonts” fueron lugares que debieron preservarse tal como se concibieron y ahora la propia “Casa de Sigüenza”, siempre estuvo abierta al visitante, ha desaparecido, no físicamente, pero si literariamente. La familia Miró, por diversas circunstancias, decidió su venta; las administraciones públicas entendieron que el precio demandado no se ajustaba a sus posibilidades y, con posterioridad, fue adquirida por un vecino que se interesó por ella. El valor inmueble adquirido es inmenso pero infinitamente menor que el sentimental, cultural y literario.
Surgió Sigüenza de nuestros sueños, recibiendo el cariño de las gentes de este pueblo y se ha alejado. Pero a pesar ello, sus lectores creeremos encontrarlo, siempre, en los campos de Polop.

Año 1965. Casa de Sigüenza

1 comentario:

Palmeral dijo...

Excelente y documentado artículo. Lástima que en estos tiempo no interese la vida de Gabriel Miró ni la de sus descendientes. Vivimos en un mundo de imágenes y vídeos, tv, y wasaps, una pena perder la riqueza literaria. Un saludo. Ramón Fernández Palmeral.