6.2.09

Artículo de Opinión. LAS TERTULIAS DE RIBERA GIRONA


Por Francisco Sanchis Gadea

El “Sótano Medieval” abrió sus puertas, con notable éxito, en los primeros años de la década de los sesenta de la anterior centuria. La iniciativa surgió del escultor Manuel Ribera Girona al acondicionar un gran caserón para situar su estudio. Su primera intención fue crear arte pero su carácter emprendedor le llevó a configurar el más original de los museos. Visitantes de distintas nacionalidades se acercaban a Polop para conocerlo; desfilaban críticos de arte, historiadores, periodistas e incluso la esposa del anterior y autoproclamado Jefe del Estado realizó una fugaz visita.
Consta de tres plantas. En la baja, constituida por naves abovedadas repletas de cerámicas de los siglos XVIII y XIX, se situaba la entrada principal. Muebles, pinturas y esculturas se hallaban expuestos en la primera planta. Una fantástica visión al Ponoig se ofrecía a quien accedía a la última planta situándose el estudio del escultor y una espaciosa galería donde renombrados artistas exponían sus obras. Existía algo en Polop que invitaba, inspiraba a los artistas a descargar sus emociones; pueblo privilegiado, admirado en el mundo del arte.
En el estudio de R. Girona se formaban animadas tertulias donde coincidían consagrados artistas y futuras promesas, creándose, 1965, la tertulia “Escuela del Sótano Medieval”. En tanto se hablaba de arte abstracto o figurativo como se debatía sobre la necesidad de hacer arte o darle al artista la libertad para crear. Se exponían proyectos y estudiaban las tendencias que el arte imprimía en el transcurrir de los tiempos, iniciando esta labor con la pretensión de que cada artista pudiera expresar su concepto plástico y temático, tratar de encontrar los valores que daban paso a la evolución del arte. Intentó aunar esfuerzos entre pintores, escultores y hombres de letras para crear un centro de arte; recoger el criterio de los asistentes y editar una publicación detallando los trabajos; idea aceptada que despertó gran curiosidad en los grupos de artistas.
Las tertulias resultaban interesantes por las personas que participaban y los temas que debatían. Julián Andujar, Antoni Miró, Ernesto Contreras, Manuel Manzanedo, Benjamín Palencia, y otros muchos configuraban la prestigiosa tertulia artística. Benjamín Palencia las enriquecía con sus magistrales comentarios sobre el arte de crear pintura y la belleza del paisaje mediterráneo pero estas adquirían una mayor relevancia cuando se incorporaba el escritor rumano, Vintila Horia. El autor de “Dios ha nacido en el exilio” fue un intelectual, de ideología conservadora, que hablaba pausadamente construyendo con minuciosidad cada frase. Su presencia en las sabatinas sesiones las hacia más profundas pues envolvía, en formulaciones metafísicas, las cuestiones cotidianas. El escritor ya mostraba preocupación por la naturaleza y afirmaba que el hombre tenía necesidad de hacer arte puesto que de otra forma no había progreso tanto espiritual como material.
Es evidente que además de los valores estéticos, el arte ha servido de instrumento para que las personas expresen su manera de ver el mundo, sus emociones e injusticias. Ante determinados hechos, algunos artistas reaccionan como cualquier ser humano y expresan lo que sienten por medio de la palabra, música, pintura o la escultura.
En aquella época, el arte se convirtió en una forma de contradecir al mundo oficialista. El artista dirigía la actividad al desarrollo social e histórico cuyo fin era la preciada libertad. En cierta ocasión, se organizó una tertulia cuyo tema fue la “pintura social”, preguntándose si era apropiada la palabra social. Un contertuliano afirmó que, en otros tiempos, se denominaba pintura política e incluso pintura revolucionaria. Otro tertuliano, respondía, identificando la pintura religiosa como pintura social y manifestaba que los artistas no habían sabido captar el momento en que vivían. Se caldeaba el ambiente indicándose que existía pintura política así como una pintura socialista. Tras apasionado debate se sucedía un general sentido del humor que suavizaba los ánimos.
Este centro insólito que gozaba de gran proyección, cerró sus puertas, hace años, probablemente, por ciertas insensibilidades. Sería deseable que se dieran las condiciones para que mostrara, de nuevo, sus objetos y visitantes contempladores transitaran nuestras calles pues el arte, es una expresión cultural que ejercita los conocimientos y las facultades intelectuales.

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