15.3.12

Artículo de opinión.Colegio LA CONCEPCION Onteniente Padres Franciscanos

Por Juan Enrique Ronda Camallonga

Cuando uno es joven, no se da cuenta de que el tiempo pasa, pero al ir haciéndose mayor, uno si que lo percibe. El pasado sábado 10 de marzo de 2012, celebramos un día de convivencia de antiguos alumnos del Colegio La Concepción de Onteniente. Subí con mis dos hermanos, también antiguos alumnos y con mi mujer y mi hijo. Ya han pasado más 20 años desde estuve allí y parece que fue ayer. Andaba yo por los 13 años cuando entré en 8º de EGB y estuve hasta terminar 3º de BUP. Cuatro años, que me marcaron para toda mi vida.
Cuando llegué todo era nuevo. Recuerdo la grandiosidad del colegio. La gran cantidad de internos que éramos. Recuerdo que estábamos divididos en Brigadas. La Brigada Pequeña, internos de 5º, 6º y 7º de EGB. Brigada Media, 8º y 1º de BUP y Brigada Mayor los de 2º y 3º de BUP. Los de COU estaban en un pabellón aparte. En aquella época éramos más de 400 internos. Hoy apenas son 60, eso si, externos hay un montón a juzgar por las fotos que vimos por los pasillos. El Colegio está más vivo que nunca.
Recuerdo a los Padres Franciscanos, profesores, educadores y a los alumnos. Recuerdo que, aparte de aprender las asignaturas de los diferentes cursos, aprendí algo más, algo que hoy en día no se enseña. Aprendí disciplina, rectitud, responsabilidad, respeto, honor, humildad, amistad. Cierto es que en aquellos tiempos había normas u órdenes que no entendías o no compartías, pero más cierto es que hoy agradezco esta educación. Y creo que como yo, todos los miles de alumnos que han pasado por el Colegio.
Y por fin llegó el día. Llegamos sobre las 11 de la mañana. El patio exterior estaba lleno de gente. Nuestras miradas se entrecruzaban para reconocer a antiguos colegas de clase. Se te acercaba uno. Reconocías a otro. ¡Que alegría!. Se respiraba felicidad. Luego pasamos a la Iglesia, esa donde rezábamos de jóvenes y donde pedíamos al Señor que nos aprobaran los exámenes. Estaba igual que la recordaba. Celebramos la Santa Misa, recordando a los que se nos fueron Padres y alumnos y pidiendo por los que están y por el Colegio, para que siga con su labor por muchos años más.
Llegó la hora de cantar el himno del Colegio. Nos ayudaron los niños y niñas del coro. Desde aquí les doy las gracias. Fue muy especial recordar la letra y cantarla. Cerré los ojos y me trasladé 20 años atrás, recordando los cachetes que daban los Padres Franciscanos cuando alguno cantaba más alto de lo normal. En esta ocasión, nos permitieron cantarlo a viva voz.
Luego pasamos al patio interior donde tomamos un aperitivo conversando con antiguos compañeros de pupitre, profesores y Padres, recordando anécdotas y vivencias. Y por fin, entramos en el comedor donde tuvimos una estupenda comida y una muy agradable sobremesa. Como colofón, y gracias a la Denominación de Origen Nísperos de Callosa d’en Sarria, nos pusieron de postre nísperos en almíbar. Fue un rotundo éxito y muchos compañeros me felicitaron por llevar esta estupenda fruta al evento.
Al final de la jornada nos tocó lo más difícil, despedirnos. Alguna lagrimita salió pues, aunque nos dimos móviles, perfiles, etc.., uno siempre se queda con la duda de que si volverá a ver a esos compañeros, profesores y Padres. Espero que se repitan estos encuentros, sino anualmente, si cada cinco años, por ejemplo, pues de verdad, son muy de agradecer. También he de decir, que hubo mucha gente que no pudo venir, otros que no se enteraron, por lo que para la próxima, seguro que seremos muchos más.
Quiero antes de terminar, tener un recuerdo para el Padre Eduardo Camallonga. Junto con mis dos hermanos, tuvimos la suerte de que nos dejaran visitarlo. Subimos a su celda y estuvimos un ratito con el. El pobre ya no puede hablar. Todo fue cariño, besos, sonrisas. Me cogió la mano y no me la soltó. Me la apretaba como diciéndome “gracias por venir”. Le sequé las lágrimas y lo besé. Que gran persona y que gran franciscano.
Y por último, y estoy convencido que hablo por todos, agradecer de corazón la labor de D. Joaquín Cortés, que por su empeño e ilusión hizo posible el que nos reencontráramos después de tantos años. “Ximo, moltes gracies”.

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